2011 apunta mal y nadie ofrece una fecha cierta para que se disipen las incertidumbres, máxime cuando nosotros no las hemos generado ni están en nuestras manos como es el caso de Grecia.
La situación es delicada porque hay que asumir la depreciación de los activos inmobiliarios, los fallidos en constructoras y promotoras y porque además hay muy poca actividad y los recursos financieros son escasos y caros. Los son, a tenor de la última subasta de obligaciones hasta para el Tesoro, aunque como todos sabemos esto puede cambiar en pocas fechas.
El Gobierno ha sido lento y por eso ahora las cosas se complican porque en otros paÃses ya han arreglado sus cuentas echando mucha leña de dinero público a la chimenea y, además, porque la crisis griega nos golpea de frente en la cara y vuelve a poner la señal de peligro a todo lo que sea español.
Esta semana concluye uno de los cursos más interesantes sobre economÃa organizado por la Asociación de Periodistas de Información Económica en la UIMP de Santander. En estos cursos se ha debatido esta muy difÃcil coyuntura al coincidir por culpa de Grecia con máximos en los tipos del bono a 5 años y con diferenciales también en zonas nunca vistas desde que nos movemos con el euro. Surge la duda de si malvender esas cajas para cumplir los plazos que exige el Banco de España con el fin de que no entre el público FROB a hacerse cargo de los capitales.
Todo apunta a que serÃa conveniente esperar un poco a que pase la tragedia griega y que se vaya trabajando en la integración de las nuevas entidades.
Los inversores internacionales o nacionales apretarán con fuerza en una coyuntura tan adversa. A las entidades financieras con problemas les queda un largo recorrido para la mejorÃa, máxime con una economÃa que tardará en despegar. Pero parece evidente que las cosas no valen cero como muchos pretenden y tampoco que valdrán en poco tiempo lo mismo que en la pasada euforia.